El Monasterio de San José es el primer Carmelo fundado en Chile (6 de enero de 1690). Las Carmelitas llegaron desde Chuquisaca (hoy Sucre, Bolivia) debido al ataque a la Serena, en 1860, por el corsario inglés Bartolomé Sharp. Este, al no conseguir el rescate de 95.000 pesos de oro que solicitaba, saqueó las iglesias, llevándose objetos valiosos y prendiendo fuego a la ciudad. La noticia llegó a Santiago, sus habitantes se llenaron de pavor y los creyentes sufrieron enormemente con la profanación del Santísimo Sacramento.
Ese dolor motivó la fundación de un monasterio de carmelitas descalzas como forma de desagraviar a Dios por el ultraje cometido. Fue así como se consiguieron las licencias del Rey de España Carlos II y las fundadoras viajaron desde el Alto Perú, recorriendo la misma ruta que había utilizado Diego de Almagro, descubridor de Chile.
El 8 de diciembre llegaron a Santiago y un mes después inician sus actividades en una casa frente al Cerro Santa Lucía (Convento San José o Carmen Alto), donde permanecen hasta 1942 cuando el monasterio se traslada a la Av. Pedro de Valdivia.
En 1925 y después de 125 años de funcionamiento del convento del Carmen de San José, la Intendencia Metropolitana anuncia la expansión de la Alameda y el ensanche de las calles, por lo que el viejo monasterio era un problema en los planes de prolongar la avenida hasta la Plaza Italia. La comunidad de religiosas comenzó entonces la búsqueda de un lugar encontrando una casa quinta en Avda. Pedro de Valdivia Nº3252, entre las calles Uribe y Capitán Orella. La Priora, Madre Carmen de San Francisco Javier (Carmen Bruner Prieto) y el síndico Eduardo Covarrubias, junto a Ramón Salas efectuaron la compra a don Wenceslao Cobarrubias. Mientras se reunían los fondos, el terreno fue arrendado por $500 pesos mensuales. Finalmente el terreno se compró en $276.982 pesos, dando un pie inicial de $92.982 al contado.
Mientras tanto, el síndico Covarrubias ofreció al Banco de Chile el terreno ubicado frente al cerro Santa Lucía en 5 millones de pesos, oferta desechada. En 1938 se desmanteló toda la iglesia, y en el trayecto al nuevo recinto en Ñuñoa se perdió un camión completo con mármol, cuadros, pinturas, etc. Por otro lado, al levantar las losas de la iglesia, hubo que realizar la exhumación de los cuerpos de las religiosas que estaban sepultadas en el lugar. La “primera piedra” del convento San José fue encontrada y sería la misma “primera piedra” utilizada en la consagración del nuevo templo en Ñuñoa.
Una de las principales donadoras del monasterio, doña Emilia Grez Portales señaló y presentó al arquitecto Andrés Garafulic para el diseño y edificación de la iglesia y el nuevo convento. La Madre Teresa de María Inmaculada fue la encargada de trabajar codo a codo con el estudio de arquitectura. Los recursos obtenidos de la venta del antiguo terreno de la iglesia y monasterio, además de unos terrenos aledaños que fueron vendidos en 7 millones de pesos a don Pedro Medina pudieron solventar la inmediata construcción del nuevo templo.
El actual convento fue diseñado por la firma de arquitectos Eduardo Costabal & Andrés Garafulic y terminado en 1944. La cercanía de Costabal con el mundo carmelita viene de su proyecto de título de arquitecto de la Universidad Católica: “Un Monumento a la Virgen del Carmelo“.
El 19 de julio de 1942, en presencia del Sr. Arzobispo de Santiago, don José Maria Caro bendijo la primera piedra y fundación del nuevo monasterio de San José. El 30 de septiembre de 1942 se cerró definitivamente el antiguo convento. Algunas diferencias entre las religiosas y los arquitectos llevaron a retrasar un poco la construcción del nuevo edificio, especialmente porque Garafulic quería mayor majestuosidad (Garafulic y costabal habían diseñado la Basílica de Nuestra Señora de Lourdes).
El 21 de diciembre de 1943 las hermanas se trasladaron al nuevo convento aún en construcción, dejando la hospitalidad que el Monasterio de Santa Clara les había entregado en el intertanto. A las 17:00 del 21 de diciembre de 1943 se bendijo el nuevo convento y se impuso la clausura hasta el día de hoy.
El 16 de octubre de 1945, el Obispo Auxiliar de Santiago, Monseñor Augusto Salinas bendijo y consagró la nueva Iglesia.
El convento sigue una línea tradicional con la arquitectura neoclásica, sobria, donde la piedra utilizada y estilizada le dan un aire de recogimiento. En el pórtico hay una inscripción en latín y que representa el lema de la Orden del Carmelo: “Zelo Zelatus Sum Pro Domino Deo Exercituum” (“Me consume el celo por el Señor, Dios de los Ejércitos“, 1 Reyes 19:14). Dentro del templo puede apreciarse el altar de piedra, y al costado la reja de la clausura de las religiosas, desde donde se rezan las oraciones diarias y la participación en la Eucaristía. El campanario es a la vez el frontis del templo, de rasgos sencillo, con tres campanas y coronadas por la imagen de la Virgen María. El techo de teja, compuesto por vigas y coligües le dan un sentido colonial a la estructura, así como los pasillos y locutorios para las visitas a las religiosas.
Actualmente el monasterio, sumergido en el gran Santiago constituye un oasis de silencio donde la vida de oración y fraternidad se viven en paz y armonía. Las hermanas dedican su vida a rezar por los sacerdotes y toda la humanidad sufriente y sedienta de interioridad. Su oración traspasa los muros de clausura y llega hasta el último confín de la tierra
El día comienza a las 5:45 de la mañana con los primeros rezos y que se prolonga en la Liturgia de las Horas que impregna la jornada con la plegaria diurna y nocturna: “siete veces al día te alabo, Señor”.
Dentro del convento encontramos un relicario en uno de los altares laterales, el cual posee una gran cantidad de reliquias de Santos y Santas de la Iglesia Católica a través de la Historia.
Bibliografía