Durante este periodo, encontramos presencia incaica que había dado mayor organización a los indígenas locales, agrupados en torno a centros administrativos, gobernados por los caciques locales, quienes eran nombrados por el Emperador (Inca) del Tahuantinsuyu.
Los principales caciques de la zona de Ñuñohue eran:
Vitacura (piedra grande). Era el jefe de una colonia de mitimaes (indígenas trasladados de zona a fin de colonizar), que estaban en desarrollo de un proceso “civilizador”. El poder de Vitacura o Butacura se refleja en que varios otros caciques dependían de él (Palabanda, Pujalondo, Perimalongo, Tongui, Catalonde y Longopilla). Vitacura prestó ayuda a Pedro de Valdivia a su llegada al Valle del Mapocho. Pedro Mariño de Lobera en su Crónica del Reyno de Chile, 1595, dice: “Destos era el sobre dicho Vitacura, que por ser indio del Perú, recibió con buen semblante a los españoles”. Vitacura urbanizó la parte nororiente de Santiago, construyendo un canal que regaba la zona de Conchalí (“la sangre de cinco mil indios” según Diego de Rosales en la Historia General del Reyno de Chile, 1674). Se dice que antes de ser asesinado por los españoles, Vitacura enterró el tesoro (impuestos) que se enviaban al Inca.
Apoquindo (jefe de ramilletes). En la zona de Tabancura y la Recoleta Dominica gobernaba Apoquindo, que era jefe de un tambo inca (posada).
Longomavico. Gobernaba la zona de Ñuñohue (lugar de ñuño), cuyo eje central estaba en lo que hoy sería la Plaza Ñuñoa. Era una de las cabezas de la región, por su importancia.
Catacingo. Ubicado en la zona de Tobalahue (lugar de manchas de colores de flores).
Longomoro Ubicado en la zona de Macul (mano derecha), lugar de mitimaes incaicos.
El periodo prehispánico está conformado por la presencia incaica en la zona del Mapocho. Recientes estudios[1], han demostrado, en base a excavaciones arqueológicas en diferentes puntos de la zona metropolitana, la existencia de un tambo grande[2], lo que estaría en concordancia con lo señalado por Armando de Ramón, en cuanto a la existencia de un centro administrativo del Tawantinsuyu, puesto que Santiago sería el extremo del valle longitudinal, lo que sería una ubicación privilegiada para el control del territorio
En el sector de Los Guindos, en Ñuñoa, se han encontrado diferentes objetos que demuestran la presencia incaica. En 1926, el Patrocinio San José, donó un aribaloide (vasija), de color blanco y su interior negro. Por otro lado, Ricardo Latcham presenta una cerámica obtenida en una excavación que mostraría la presencia incaica. Según De Ramón, los incas colocaron un gobernador llamado Vitacura que habría tenido a su cargo gente de presidio. El Gobernador Vitacura, de origen cuzqueño, habría gobernado sobre mitimaes, subdividiéndolos según se consigna más arriba
La mayor presencia incaica se dio en el Pueblo de Macul, que poseía un canal que permitía regar las tierras del tambo. El mismo Armando de Ramón, señala que la acequia de Ñuñoa (Apoquindo/Tobalaba), regaba hasta la zona de Macul[5]. Esta acequia regaba el sistema de chacras cuyo centro era el antiguo tambo y que se transformó en el Pueblo de Indios de Macul.
El escudo de la Municipalidad (Decreto Nº320, del 8 de Agosto de 1958), creado por Fernando Álvarez de Toledo, miembro del Instituto de Conmemoración Histórica, destaca las cuatro hachas de piedra de los ulmenes incaicos que “eran señores naturales de los sectores que hoy en día guardan sus nombres“.
La flor de Lis representa las armas del Conquistador Juan Jufré de Loaysa. Las cuatro hachas representan los cuatro gobernadores incaicos. La bordura azul, con 8 vieiras (símbolo del Apóstol Santiago) por pertenecer Ñuñoa a Santiago. La corona mural es el símbolo de las Municipalidades (cabildos).
Bibliografía
[1] Rubén Stehberg, Gonzalo Sotomayor, Mapocho Incaico, Boletín del Museo Nacional de Historia Natural, Nº61, Santiago, 2012.
[2] Acta del Cabildo de Santiago. Colección de Historiadores de Chile. Tomo I, 1861, pp. 88
[3] Rubén Stehberg, Gonzalo Sotomayor, Mapocho Incaico, pp. 86.
[4] Armando de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana. Editorial Sudamericana, Santiago, 2000.
[5] Armando de Ramón, Santiago de Chile, pp. 10.