En el marco del Día Internacional de la Lengua Materna, los invitamos a conocer un poco sobre el origen del nombre de nuestra comuna y la controversia, real o imaginada, que hay detrás de él.
¿Qué dice la tradición sobre el nombre de Ñuñoa?
La tradición histórica más recurrente sobre el origen del nombre de Ñuñoa, está asociado a la Conquista española del Valle Central, sin considerar las conexiones interculturales entre los diferentes pueblos que ya habitaban la zona.
La más tradicional, es la representada por René León Echaiz, en su libro “Ñuñohue”, quien presenta un esbozo del origen del nombre Ñuñoa, que, tras la llegada de las huestes al mando de Pedro de Valdivia y compañía, divisan desde las alturas del cerro Huelén, la extensión del Valle del Mapocho, tanto hacia el poniente como al oriente. Los españoles preguntan los topónimos a los indígenas y lenguaraces que los acompañan:
Los servidores indios van dando nombres y los españoles observan llenos de curiosidad. Por todas partes, entrelazándose a los troncos, asomando por en medio de la yerba o cubriendo por entero los espacios abiertos, una pequeña planta de talloso ramo ostenta sus flores de un hermoso amarillo orlado de escarlata. Los españoles inquieren y de entre los indios que los acompañan surge el nombre repetidamente: ¡Ñuño! ¡Ñuño!*
El amarillo y escarlata se reparte por doquier; las florecillas, agitadas por una leve brisa y brillando a los rayos del sol, parecen saludar a los recién llegados. Los caciques los reciben amistosamente; pero los españoles siguen avanzando. Vitacura, Apoquindo, hacia el costado norte; Ñuñoa, Tobalaba, Macul, hacia el sur. El jefe español pregunta al cacique por el nombre de aquella comarca; y mientras pregunta levanta el brazo y describe con él un amplio círculo que abarca desde el río Mapocho por el norte, hasta la cordillera de los Andes por el oriente y hasta el principio de los llanos de Maipo por el sur. Traduce el indio lenguaraz y el cacique se limita a contestar:
—Ñuñohue. Los españoles repiten el nombre una y otra vez, tratando de desentrañar su sentido. El jefe vuelve sus ojos hacia el lenguaraz y este informa: —Ñuñohue . . . Lugar de ñuño . . .[2]La famosa flor del ñuño, corresponde a una planta de flores amarillas, de la familia de las Iridaceae (plantas perennes y bulbosas). Su nombre es Sisyrinchium arenarium, descrito en primer lugar por Eduard Friedrich Poeppig y publicado en Fragmentum Synopseos Plantarum Phanerogamum en 1833.
En contextos normales, el ñuño o huilmo, crece entre la IV y IX región, a pleno sol, en suelos arcillosos, con constantes precipitaciones, resiste temperaturas bajas (-8° C), puede tolerar una nevazón ocasional y cobertura por nieve durante un par de semanas al año.
El hecho que sea una especie que puede crecer en suelos arcillosos, pero con abundante humedad, explica en parte la desaparición de la especie de la zona central debido a las prolongadas sequías y al cambio en las temperaturas.
¿Ñuñohue?
La versión del nombre de Ñuñoa es base a la flor del ñuño, ha sido explicada incluso por lingüistas. Para Hugo Gunkel, el nombre de Ñuñoa proviene del vocablo mapuche ñuño, asociado al nombre de la planta, pero sin ninguna otra consideración sobre la terminación hue (lugar)[3].
El Diccionario de Chilenismos de Manuel Antonio Román, indica que Nuño correspondería a la planta en cuestión[4]. Citando a Rodulfo Philippi, el naturalista alemán, plantea que el ñuño o huilmo es común en Chile[5]. El Padre Félix de Augusta, estudioso de costumbres y del idioma mapudungun, no incluye la entrada nuño, ñuño o ñuñoa en su Diccionario Español-Araucano[6].
En el Diccionario Geográfico de Francisco Solano Asta-Buruaga, Ñuñoa es un caserío contiguo o barrio de la ciudad de Santiago, situado a su extremo sudeste y cuyo centro es una antigua iglesia parroquial distante a cuatro kilómetros de la plaza principal de la precitada ciudad[7].
Uno de los más importantes lingüistas, Rodolfo Lenz[8], atribuye nuño a la planta de flores tiernas y cuya etimología es mapuche[9].
Por lo tanto, atribuir el nombre Ñuñoa simplemente al mapudungun Ñuñowe o Ñuñohue (lugar de ñuños), es quedar en deuda con la riqueza lingüista aportada por otros pueblos y en otros contextos históricos.
La Influencia Inca en el Valle Central
Hacia el 1200 comenzó la declinación del poder de la cultura Tiwanako y comenzó a desarrollarse un nuevo estadio cultural de manos de los Incas en la zona del Cuzco y entre el 1438 y el 1471 gobernó el noveno Inca, Pachacuti, con quien comenzó la expansión del Tahuantinsuyu. Pachacuti, junto a su hijo Inca Topa, conquistó la zona norte del imperio hasta Quito y hasta el río Maule. La conquista de Chile se efectuó a través de expediciones que rápidamente controlaron el territorio, especialmente desde Copiapó hasta el Maule (más al sur, los purumaucaes se asociaron con otros grupos mapuches para ofrecer resistencia al conquistador[10]). Tras la muerte de Huayna Capac (1525), las guerras fratricidas entre facciones asolaban el territorio, dejando colonias de mitimaes, como parte del sistema administrativo incaico.
Los mitimaes eran colonos trasladados para lograr la incorporación de las regiones al Imperio, especialmente a través del idioma quechua, lengua oficial del imperio con una amplia y rápida difusión. La división imperial estaba basada en el principio de la dualidad y la cuatripartición, asignándole a cada parte del Imperio un nombre específico.
Durante mucho tiempo, se cuestionó la real presencia incaica en el valle del Mapocho, especialmente tras las afirmaciones de Osvaldo Silva, quien señaló que habría una especie de ambigüedad respecto a la presencia incaica, especialmente porque se podría demostrar que aún en los lindes de Santiago no se habrían impuesto las leyes y costumbres incaicas y que la cuenca de Santiago presentó una serie de vacíos estructurales con respecto a la organización introducida por los incas en sus dominios, situación que nos induce a pencar que se trataba de una región colonizada para el rey y no para el estado[11].
Sin embargo, consideraciones y estudios posteriores, como los de Armando de Ramón o los trabajos más recientes de Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor sobre el “Mapocho Incaico“, han señalado y demostrado que la cuenca de Santiago fue un centro administrativo, especialmente porque tiene asidero si se considera que el lugar en que se levanta Santiago es el extremo septentrional del valle, lo que de la una ubicación privilegiada para el control del territorio[12].
Finalmente, los trabajos de Stehberg y Sotomayor, han aportado resultados arqueológicos de diferentes sitios de excavaciones tanto en la Iglesia Catedral de Santiago, en la Calle Banderas, en Marcoleta, la Quinta Normal, calle Compañía, el Puente Carrascal e incluso el sector de Los Guindos en Ñuñoa, que demuestran la presencia colonizadora del Tahuantinsuyu, además de basarse en las evidencias de los cornistas españoles, quienes demuestran gran presencia inca en la zona.
El cronista Gerónimo de Vivar, señalaba en 1558 que “vinieron en paz el cacique Quilicanta. Por ser valeroso y ser uno de los Incas del Pirú estaba dispuesto por el Inca en esta tierra por gobernador y estando este Inca en esta tierra cuando vino el adelantado don Diego de Almagro y Quilicanta vínose a poblar el valle y el rio del Mapocho”[13].
En la zona de Macul, existía un pueblo de indios, principalmente mitimaes incas cuyo asentamiento original se encontraba en Guayaquil, donde Hernando de Arnedo era encomendero de estos indígenas después de 1534 (aparece en las Relaciones Histórico Geográficas de la Audiencia de Quito, siglos XVI-XIX), y la ocupación española de tierras indígenas son inmediatas a la fundación de la ciudad de Santiago.
Los Incas en Ñuñoa
Las excavaciones hacia el poniente y norte de la ciudad (en dirección al Imperio), demuestran la profundidad de la penetración incaica en el valle. Hacia la zona oriente, se realizaron una serie de descubrimientos arqueológicos que permiten demostrar la existencia de un centro administrativo en la zona.
En la zona de Los Guindos, en 1926 el Patrocinio San José, entregó al Museo de Historia Natural un aribaloide (los aribaloides o urpu son la forma más representativa de la cerámica incaica, de finalidad utilitaria), de cuello alargado, con su mitad superior pintada de blanco y la inferior de rojo, con una decoración fitomorfo. Fue hallado por Ramón Zamorano a 2,5 metros de profundidad.
Siguiendo por el Camino de Ñuñoa (lo que hoy sería Larraín con V. Pérez Rosales en La Reina), se ubicaron dos enterratorios a 2.5 metros de profundidad, con aribaloides colocados en forma de ofrenda y con un origen diaguita-incaico, del tipo Aconcagua Pardo Alisado, característico de ciertas zonas del Tahuantinsuyu. En el sector de Tobalaba, se encontró un enterramiento a 2.8 metros de profundidad, junto a pucos, tazas, y jarros. En el mismo sector central de Ñuñoa, se encontró otra figura según Ricardo Latcham[14].
El mismo René León Echaiz, describe la zona como una extensa comarca gobernada por caciques nombrados por los incas para el control de mitimaes (colonos incas) y estaba controlada en toda su extensión por caciques y curacas bajo el control incaico[15]
Por lo tanto, la presencia, control y dominio incaico, no era relativo ni tampoco superficial, sino que se trataba de un control complejo y completo, donde los caciques y mitimaes tenían el deber de lograr rápidamente la introducción de la cultura incaica por medio del lenguaje y prácticas religiosas.
Entonces…
Siguiendo la línea histórica basada en la dominación incaica en el Valle del Mapocho, que incluía la zona de Ñuñoa, la pregunta lógica es ¿corresponde la etimología de Ñuñoa a la tradicional o debemos tomar en consideración otros posibles orígenes al nombre de nuestra comuna?
En el Diccionario de Chilenismos, de Manuel Antonio Román, se señala que:
“La etimología no descubierta por Lenz (se refiere al nombre de Ñuñoa), es el araucano nùyù, chupones que se comen (schupones plantae quarum succum sugunt, ore extrahunt). El cambio de y en ñ se explica por la semejanza con el castellano Nuño y Núñez. Por el bulbo que tienen algunas especies de esta planta, el cual también se chupa, puede pensarse en el quichua NUÑU, que en los Comentarios Reales de Garcilaso de la Vega se dice que “a la leche llaman nuñu y a la teta llaman nuñu y al mamar dicen nuñu”.
De este nuñu quichua puede proceder también el araucano nùyù. De esta voz pronunciada ñuño, se deriva el topónimo Ñuñoa, población vecina a Santiago. La a parece corrupción del hue araucano, que denota abundancia: Ñuñohue, Ñuñohua, Ñuñoa, lo mismo que Malloa, Boroa, Ococa, Peteroa, Chocoa”
[16]De la misma forma, Englert plantea que ñaña (hermana mayor) y ñañai (hermana de la mujer), poseen orígenes quechuas implantados en la zona central por los conquistadores incas[17].
Para sostener la dominación incaica en el Valle del Mapocho, no sólo se recurría a las armas o al poder militar imperial, sino que también a la nomenclatura y toponimias. El sector de Apoquindo debe su nombre a apo (señor) y quinchu (morada), lo que en quechua es Morada del Señor.
De esta forma, es más aproximado inclinarse por el origen incaico del nombre de Ñuñoa (derivado de Nùyù, Nuño, Ñaña → Hermana que amamanta o Bulbo que se chupa) ya que la explicación más tradicional ha relegado tanto la presencia incaica como el origen de ciertos nombres a un segundo plano.
Bibliografía y Notas
[1] https://es.unesco.org/commemorations/motherlanguageday
[2] René León Echaiz, Ñuñohue. Historia de Ñuñoa, Providencia, Las Condes y La Reina, Editorial Francisco de Aguirre, Santiago, 1972, pp. XIII
[3] Hugo Gunkel, “Nombres indígenas relacionados con la flora chilena”, Revista Boletín de Filología, Nº11, 1959, pp. 260.
[4] Manuel Antonio Román, Diccionario de Chilenismos y de otras voces y locuciones viciosas, Tomo IV, Imprenta de La Revista Católica e Imprenta San José, Santiago, 1913-1916, pp. 32.
[5] Rodulfo Philippi, Elementos de historia natural, Librería Colón de Salas y Pesse, Santiago, 1877.
[6] Félix de Augusta, Diccionario araucano-español y español-araucano, Imprenta Universitaria, Santiago, 1919.
[7] Francisco Solano Asta-Buruaga, Diccionario Geográfico de la República de Chile, Editor no Identificado (Editado en Leipzig por Brockhaus Verlag), 1899, pp. 484.
[8] Rodolfo Lenz (1863-1938). Obtuvo el grado de Doctor en Filosofía en 1886, en la Universidad de Bonn. A fines de 1889, con tan solo 27 años de edad, fue contratado por el Gobierno de Chile para impartir clases en el Instituto Pedagógico, junto a otros docentes como Federico Hanssen y Federico Johow. Rodolfo Lenz es considerado hoy como una de las máximas autoridades en el conocimiento del mapudungun de fines del siglo XIX y principios del XX.
[9] Rodolfo Lenz, Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas, Editorial Universitaria, Santiago, 19?, pp. 554.
[10] Grete Mostny,” Los Incas en Chile”, Boletín del Museo de Historia Natural, Nº27, Santiago, 1957.
[11] Osvaldo Silva, “Consideraciones acerca del período Inca en la Cuenca de Santiago (Chile Central)”, Boletín del Museo Arqueológico La Serena, Nº16, 1977, pp. 211.
[12] Armando de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana, Santiago, Editorial Sudamericana Chilena, 2000.
[13] Gerónimo de Vivar, Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico José T. Medina. Santiago, 1966, pp. 214
[14] Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor, “Mapocho Incaico”, Boletín del Museo Nacional de Historia Natural, Nº61, 2012, pp 85s.
[15] René León Echaiz, Ñuñohue, pp. 15.
[16] Manuel Antonio Román, Diccionario de Chilenismos y de otras voces y locuciones viciosas, pp. 32
[17] P. Sebastian Englert, “Elementos Derivador del Aymará y del Quichua en el Idioma Araucano”, Boletín de Filología, Nº1, 1934, pp. 18.