"Cómo quisiera estar yo a la altura de las cantoras…"
Margot Loyola
Ana Margot Loyola Palacios nació en Linares el 15 de septiembre de 1918, entre galleros, cantoras y otras tradiciones campesinas. Desde muy niña quiso ser artista. A pesar de una infancia marcada por sus clases de piano, su participación en las escuelas de temporada universitaria, en Santiago, le permitieron conocer e interesarse por las manifestaciones musicales propias del territorio nacional.
Ha sido una verdadera embajadora y portadora de nuestras manifestaciones culturales en la mayoría de los países latinoamericanos y europeos, entre los cuales destacan Francia, España, URSS, Polonia, Bulgaria, Checoslovaquia y Rumania, llegando su reconocimiento internacional a destacarla como Miembro Correspondiente de las Asociaciones Folklóricas de Buenos Aires y Tucumán, sin mencionar las instituciones similares a que pertenece en nuestro país.
Inicialmente, se dedicó a la investigación en paralelo al trabajo con Las Hermanas Loyola, grupo cuya fama alcanzó la cumbre durante los años cuarenta, cuando el dúo se integró a la colección discográfica Aires tradicionales y folclóricos de Chile, coordinada por el investigador Carlos Isamitt. También durante esa década, un contacto del entonces rector de la Universidad de Chile, Juvenal Hernández, permitió a Loyola debutar como docente en las Escuelas de Temporada anuales. Su prestigio como maestra -validado por el nacimiento, a su alero, de conjuntos como Cuncumén y Millaray- fue relegando progresivamente su trabajo junto a Estela a un segundo plano, hasta su separación artística definitiva en 1950. Ya en forma independiente, la folclorista emprendió sus primeros viajes por Latinoamérica y Europa.
En 1972 ingresó como docente del Instituto de Música de la Universidad Católica de Valparaíso, en la cátedra de Folklore Musical y dos años más tarde creó el Conjunto Folclórico de la Casa de Estudios. Su amplia gama interpretativa va desde el complejo canto mapuche hasta la música del salón chileno en el siglo pasado.
La Pontificia Universidad Católica de Valparaíso la distinguió como Profesora Emérita en 1998, mismo año en que se creó en la misma universidad el Fondo de Investigación y Documentación de la Música Tradicional Chilena Margot Loyola Palacios, el que según palabras de la propia folclorista, es “valiosísimo y único en Chile”.
Su labor se vio truncada por única vez con el Golpe de Estado de 1973, poco después de editar Canciones del 900 (1972), disco en colaboración con Luis Advis. Recién en 1975 la folclorista pudo comenzar a retomar su antiguo ritmo de trabajo, encontrando en el programa televisivo “Chilenazo” un inesperado lugar de acogida que le permitió reanudar lo que había quedado interrumpido en “Recorriendo Chile“, su primer espacio en Televisión Nacional. Su rostro se fue haciendo familiar para la teleaudiencia chilena y su nombre quedó inscrito para siempre como el de una figura mayor de nuestra música. Fue por eso completamente natural que Loyola recibiera en 1994 el Premio Nacional de Artes Musicales.
El 2006 fue investida con el grado de Doctora Honoris Causa por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde se creó el Fondo Margot Loyola, que se ha transformado en uno de los archivos más importantes de Chile por el carácter de sus bienes culturales, que abarcan desde documentos sonoros de todo tipo hasta manuscritos, rollos de autopiano, partituras y fotografías, todos relacionados con la música de tradición oral chilena.
De su vasto legado bibliográfico-musical se destacan “Visión musical de Chile” (1980), “Bailes de Tierra en Chile” (1980), “Siempre Margot…” (1984), “El folklore de Chile” (1990), “Isla de Pascua: geografía musical de Chile” (1990), “El couple” (1990), “El cachimbo: danza tarapaqueña de pueblos y quebradas” (1994), “Voces del Maule” (1994), “21 temas del folclor” (1998), “La zamacueca” (1999), “Legado musical inédito de un Premio Nacional de Arte” (2001), “La Tonada: testimonios para el futuro” (2006), “Otras voces en mi voz” (2010) y “La cueca: danza de la vida y de la muerte” (2010).
Junto con Violeta Parra y Gabriela Pizarro, es considerada una de las tres investigadoras esenciales del folclore de Chile.
Durante el 2014 presentó su último libro: “50 danzas tradicionales y populares de Chile”, el cual realizó junto a Osvaldo Cádiz, en una ceremonia que contó con la presencia de la Presidenta de la República, Michelle Bachelet. La publicación fue realizada bajo el sello de Ediciones Universitarias de Valparaíso de la PUCV.
Tras su muerte, el 3 de agosto de 2015, el gobierno de Chile decretó dos días de duelo oficial.
Su residencia, por mucho años, estuvo en la comuna de Ñuñoa, específicamente en la calle Exequiel Fernández.