Las comunidades humanas tienden a ritualizar eventos y acontecimientos que les permiten dar una interpretación a su propia comunidad, a su historia y al mundo que los rodea. Uno de los ritos más importantes gira en torno a la muerte, como misterio cargado de significado, un acontecimiento que ha sido cuidado y protegido por todas las culturas a través de diferentes ritos y ceremonias, donde el cuerpo convertido en cadáver materializa la humanidad perdida.
Edgar Morin lo señalaba “toda la humanidad ha cuidado a sus muertos”, porque la muerte no quita la condición humana, es parte de la existencia y por lo tanto es parte del devenir histórico del hombre. La desaparición forzada impide la paz y el recuerdo, señala David Le Breton, crea un vacío difícil de llenar, porque se ha transformado en una negación al cuerpo.
Desde el mismo 11 de septiembre de 1973, hasta el hasta el 14 de noviembre de 1989 (fecha de la última desaparición), la población del país se vio sometida a mecanismos de secuestro, encarcelación, tortura, asesinato y desaparición, con una fuerza implacable, un odio que permitió que cientos de chilenos fueran borrados, existiendo solo en la memoria de sus familias que aún deambulan pidiendo justicia y buscando los cuerpos de sus padres y madres, hijos e hijas, hermanos y hermanas, esposas y esposos, niños y niñas, que perdieron su voz y su humanidad, crearon un luto indefinido, marcado por el silencio y el ocultamiento de información. No solo los eliminaron físicamente, sino que además los desaparecieron para borrar sus crímenes, encarnizándose incluso con los cuerpos mutilados y deshechos bajo la tortura sistemática, con el fin de sembrar el terror, la angustia y mantener el control social.
De esta forma, a 50 años del Golpe de Estado, la herencia dictatorial muestra que la represión y los crímenes fueron tan profundos que intentaron desaparecer a casi toda la generación que había intentado impulsar los procesos políticos de cambio social en Chile.
Cada 24 de marzo se conmemora el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas, establecido por la ONU en la Sesión Plena del 21 de diciembre de 2010. Con dicho Día Internacional se rinde homenaje cada año a la memoria de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980. Monseñor Romero denunció activamente las violaciones de los derechos humanos de las personas más vulnerables de El Salvador.
Las violaciones a los DDHH tienen como complejidad el conocer las diversas verdades que circulan, pero que son parte de la Historia y la Memoria. Por verdades nos referimos a una verdad histórica, jurídica, mediática, de memoria, etc. Especialmente interesante es el debate sobre la memoria de los hechos traumáticos de la historia reciente de nuestro país. La transmisión de esos conocimientos, sobre todo a nivel educativo, plantea interrogantes sobre las relaciones existentes entre memoria e historia, interés por el rescate y recuperación de espacios de trauma.
El conocimiento sobre estas verdades y el valor de la memoria, ayudados por el conocimiento profundo, permitirá tener una visión más auténtica, precisa y verdadera.
De esta forma, el patrimonio y la memoria histórica, poseen diferentes dimensiones, en cuanto a su valoración, sus atributos y su materialidad, expresados en cuanto son vestigios materiales de un contexto histórico, con rasgos definidos y establecidos, que proveen a la sociedad de un simbolismo profundo:
Los sitios de memoria son lugares que conmemoran hechos y a las personas que fueron víctimas de violaciones masivas, sistemáticas y generalizadas a sus derechos humanos. Son lugares donde ocurrieron asesinatos o ejecuciones extrajudiciales, procedimientos previos a la desaparición forzada de personas, donde se ejerció la tortura y la prisión política. Simbolizan, tanto para la sociedad como para los familiares, el recuerdo de esos hechos, definidos por un vínculo entre la evocación y la historia, dándole significado al lugar.
Su fuerza representacional reside en que son vestigios de un oscuro pasado, desperdigado por todo el mundo y correspondientes a diferentes contextos y procesos históricos. La fuerza de la memoria se recupera gracias a la acción e iniciativa de las víctimas, de sus familias o por organizaciones y agrupaciones de víctimas o familiares, con el propósito de reivindicar y hacerlas parte de la memoria colectiva.
Como Ilustre Municipalidad de Ñuñoa, el compromiso con los Derechos Humanos, el respeto irrestricto al valor de la vida humana, con todo lo que ello significa, guía nuestro trabajo y es pilar fundamental para alcanzar la paz, la fraternidad y la solidaridad entre nuestra comunidad.da la generación que había intentado impulsar los procesos políticos de cambio social en Chile.